La
selva de cemento me ahoga las ganas de respirar,
añoro el bosque de árboles añosos que había en mi ventanal.
El árbol habló de soledades
inacabadas,
de piedras tiradas,
de vientos huracanados,
miradas atadas
que no dejaban pensar;
Habló,
de oscuras golondrinas de
mal sentir que manipulaban el viaje,
el árbol lloró por el
equipaje
de penas estancadas en
tormentas florecidas
que multiplicaban
calamidades esparcidas
y sólo
temores para avanzar…
Habló de veedores que hacían
vista sorda
y no tenían cabidas
para arreglar manos asidas
y los sueños de los desplomados
en el barrial.
El árbol habló del lodazal,
de las angustias que había
en los caminos,
de gente que llamaba a los
vecinos
y que nadie escuchaba en su
gritar,
Dialogó con sigilo en su
hablar
de aquellos que partieron sin dejar ni un
sello
de su pasada, de lo único,
lo bello,
de su ocupación en este peldaño
porque con cada año
los márgenes de la sociedad
no los dejaron vivir…
Habló de todo lo que le
hastiaba
y que la carga estaba pesada
que eran los mismos de siempre
haciendo lo mismo otra vez…
Que nada había cambiado en
todo lo recorrido,
¡nada tenía sentido!
sólo habían cambiado las caras en el matar.
No dejaban tranzar,
los espíritus codiciosos de
siempre y a los pocos valientes
los dejaron silentes
por un mendrugo de pan.
El
árbol dejó de existir porque una empresa con dinero
pagó el golpe certero
que lo hizo sucumbir por
querer parlamentar,
por querer devolver el
oxígeno a mi ventanal.
Es tiempo de parar e
interesarse,
plantemos el árbol que nos
quiere preservar.
1 comentario:
enhorabuena por esa antología ELOISA
felicidades y la mejor de las suertes para que muchos ojos lectores la lean
hermosa oda al árbol, para mí verdaderos héroes gaianos
abrazos
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