Ella, de cinco años, mirando la pecera atentamente dice en
voz alta para que la escuche, que los peces tienen hambre.
Pregunto distraída, absorta en mis quehaceres:_ ¿Ellos Te lo dijeron?
Ella contesta con una carcajada, riéndose de mi ocurrencia y
exclama:
_ ¡No!...cómo se te ocurre que los peces van a hablar. No
son humanos. Son peces.
_Entonces cómo sabes que tienen hambre- replico_
_Porque ellos lo dicen.
_Pero si no hablan _insisto, casi burlesca_
_Lo sé…sólo lo dicen…yo los escucho; pero sin palabras lo
dicen; ellos tienen una voz distinta…acércate para que los escuches.
Me acerco, tomo la bolsa de comida y los alimento. Ella
sonríe agradecida de mi acción.
_ Gracias…Ahora ya están contentos_ y se va tarareando una melodía que no
reconozco y bailando su paso preferido,
sin más, dejando a su alrededor una luz que refresca. Natural, dulce y etérea
como siempre. Viviendo su presente,
escuchando todo, viendo todo, oliendo todo, absorbiendo todo, viviendo paso
a paso; cada instante repleta de una energía
que la renueva y renueva todo lo
que toca… Viviendo; que parece comprender más que yo con mis casi cincuenta
años de experiencia…
2 comentarios:
A veces pasa, solo hay que escuchar y se puedo oír incluso a los peces cuando tienen hambre... beso.
quien dijo que los niños no saben?
ellos traen almas viejas en cuerpos nuevos, pasa que los adultos perdemos esa capacidad porque entramos al sistema donde se nos alecciona desde niños a aceptar el statusquo impuesto
besitos y mil gracias por tu huella
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