Te has convertido en mi adicción.
Aunque
no soy adicta
a más que una copa de vino en el almuerzo dominguero.
Pero
te transformaste, manantial diluviante,
en lo que bebo diario
para sonreír.Es que tus ojos miel, abejorro inquieto,
el olor de tu piel, arroyo cantante,
el sabor de tu savia, húmedo elemento,
el filón de tu entrega, veta infinita
que llena de luz mi oquedad
hace que sea adicta
a tu presencia epicúrea
unicornio de mis sueños.
Faltabas
en mi existencia ocrecolibrí impermeable
que al ingresar
cubriste con tus alas
mi hacienda áspera
que vuelve a la vida
con tu comerciar voluptuoso
que sólo pide a cambio
mi felicidad.